Llora la Corona Española | Sospechan que Juan Carlos I padece una enfermedad que no tiene cura
El estado de salud del rey emérito vuelve a encender las alarmas en la Zarzuela y en toda España.
La figura del rey emérito, Juan Carlos I, no ha dejado de estar en el centro de la polémica desde su abdicación en 2014. Sus finanzas, su vida personal y sus viajes han sido objeto de un escrutinio constante por parte de la opinión pública y los medios de comunicación.
En este mar de incertidumbre, una nueva preocupación ha emergido con fuerza, eclipsando incluso sus escándalos financieros: la salud del emérito. Ya no se trata únicamente de sus operaciones de cadera o de su necesidad de asistencia para caminar.
La posibilidad de que el que fuera jefe de Estado durante casi cuatro décadas esté lidiando con una enfermedad degenerativa ha pasado de ser un murmullo a una afirmación que cada vez más fuentes se atreven a sostener, dibujando un panorama desolador para el final de su vida.

Las primeras voces de alarma sobre su estado cognitivo
Los rumores sobre el deterioro cognitivo de Juan Carlos I no son del todo nuevos, pero han cobrado una relevancia especial durante los últimos tiempos.
Una de las fuentes que ha puesto sobre la mesa esta delicada cuestión es el periodista José Antonio Zarzalejos, quien en su libro “Felipe VI, un rey en la adversidad” (2021), ya apuntaba a una situación preocupante. Zarzalejos hablaba de “lapsus de memoria” y una “mala relación con la realidad”.
Esto impediría al emérito ser consciente de la gravedad de sus propios actos, una descripción que en su momento generó un notable revuelo y que ahora parece confirmarse a través de otras vías.
Estas afirmaciones, que en un principio fueron calificadas por algunos como meras especulaciones, han encontrado eco en diversas publicaciones que se atreven a hablar abiertamente de demencia senil.
Según un artículo de El Nacional, lo que hace unos años se describía como una “leve incapacidad cognitiva” podría haberse convertido en un cuadro mucho más severo.
La publicación sugiere que la reciente y sorpresiva demanda del emérito contra el político Miguel Ángel Revilla podría ser un síntoma de esta obcecación y falta de contacto con la realidad, una “estrategia suicida” que ha vuelto a poner el foco en la salud mental del exmonarca.
Una dolencia que se suma a sus problemas físicos
El posible deterioro cognitivo de Juan Carlos I no viene solo. Su estado físico también ha experimentado un notable empeoramiento en los últimos años, una realidad que ya no puede ocultarse.
El rey emérito se enfrenta ahora a serios problemas de movilidad derivados de una artrosis avanzada, una enfermedad degenerativa y hereditaria que también padeció su madre, María de las Mercedes de Borbón y Orleans, y que la postró en una silla de ruedas en sus últimos años.
Aunque en sus apariciones públicas en España intenta mantener las formas, apoyándose en un bastón y en sus acompañantes, la realidad es que su autonomía se ha visto drásticamente reducida.
Este declive físico, sumado a la preocupación por su estado mental, compone un cuadro clínico complejo y desolador. La imagen del hombre poderoso se desvanece para dar paso a la de una persona frágil, que enfrenta el tramo final de su vida lejos de su país y en graves condiciones.

El futuro incierto y la preocupación en la Zarzuela
La combinación de un posible diagnóstico de demencia senil y sus crecientes problemas físicos ha generado una profunda inquietud en la Zarzuela. La gestión de la figura de un rey emérito con una enfermedad de estas características supone un desafío sin precedentes para la Corona.
La situación obliga a la Casa Real a un delicado equilibrio entre el respeto a la privacidad y la transparencia que exige la ciudadanía, todo ello mientras se lidia con el impacto institucional que esta noticia podría tener.
La preocupación por cómo afectará esta situación a la imagen de la monarquía es palpable, especialmente en un momento en que la institución busca consolidar el reinado de Felipe VI.
El ocaso de Juan Carlos I se presenta sombrío y solitario, marcado por la enfermedad y el exilio. Lejos queda la imagen del monarca que pilotó la Transición; hoy, la principal preocupación es cómo afrontará sus últimos años, una incógnita que mantiene en vilo a toda España.